Son fracturas que se producen de forma espontánea, sin un accidente causal concreto, por sobreuso continuado. Actividades responsables de la mayoría de las fracturas de estrés son la actividad deportiva (corredores, bailarinas, gimnastas, etc.) y el intenso entrenamiento militar. Cualquier causa que afecte a la resistencia ósea o su regeneración también puede causar predisposición, como la artritis reumatoide, la osteoporosis, el tratamiento prolongado con corticosteroides, así como alteraciones hormonales que puedan inhibir la metabolización ósea (menopausia, alteraciones tiroideas, alteraciones insulínicas, etc.). Además, también existen factores de riesgo modificables, como el tabaquismo, el alcohol, la cafeína o el sedentarismo.
El diagnóstico de fractura por estrés del pie no siempre es fácil de hacer y requiere un alto nivel de sospecha. La clínica suele tener un comienzo insidioso de dolor que aparece tras la marcha y que desaparece inicialmente con el reposo, sin antecedente traumático conocido. Los pacientes suelen referir un aumento de la actividad física y el pie presenta inflamación dorsal o incluso equimosis, pudiendo en ocasiones ya apreciarse algún tipo de engrosamiento cortical en las radiografías del metatarsiano afectado. El diagnóstico radiográfico es inicialmente difícil, pues pueden pasar hasta 3 meses desde el inicio de los síntomas para que la fractura de estrés sea apreciable en radiografías, por lo que otras pruebas de imagen como el TAC, la RMN, la ecografía o la gammagrafía ósea pueden ser de utilidad, siendo la RMN de elección en el diagnóstico precoz.
La mayoría de las fracturas metatarsales por estrés generalmente no se desplazan y se pueden tratar de forma conservadora, con altas posibilidades de éxito, con un calzado específico de suela rígida o una bota de marcha. Pero existen fracturas con altas posibilidades de mala evolución, como las fracturas proximales del 2º al 4º metatarsiano y las fracturas diafisarias y metafisiarias proximales del 5º. El tratamiento inicial se realiza con reposo y descarga, lo que es clave para prevenir la progresión de la fractura y las pseudoartrosis (que la fractura “no pegue”).
El tratamiento quirúrgico se reserva para aquellos casos con mayores dificultades de consolidación o en casos de retardo de consolidación (fracturas metatarsales sin evidencia de consolidación tras 6 semanas de descarga) o pseudoartrosis (fracturas que no han consolidado). La fijación interna con tornillos o placas, con o sin aporte de injerto óseo, es de elección en estos casos.